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Cuba importa mandarinas peruanas. Pero se venden a 1.500 CUP la libra

Según datos oficiales, el 70% de los alimentos consumidos en la Isla proviene del exterior

Un vendedor ambulante en el centro de La Habana se hizo viral esta semana por ofrecer mandarinas importadas desde Perú a 1.500 pesos cubanos (CUP) la libra, lo que equivale a casi la mitad de una pensión mensual de un cubano de a pie.

La escena, ocurrida a pocos metros del Parque Central, ilustra la profunda crisis agrícola que vive la Isla y la creciente dependencia del régimen de las importaciones.

Escasez y precios fuera del alcance

El precio, que representa aproximadamente el valor de dos mandarinas, dejó atónitos a los transeúntes.

Según reportó el medio independiente 14ymedio, una anciana comentó que hacía más de cinco años no veía una mandarina y lamentó no poder comprar por su costo. En contraste, un joven con más recursos decidió adquirir dos libras, movido por la nostalgia.

“Esto no me lo pierdo yo, que no me acuerdo cuándo fue la última vez que las vi”, afirmó.

Las frutas, comercializadas por la empresa Inkagold y con sello de origen peruano, han pasado por varios intermediarios antes de llegar al carretillero. Cada eslabón en la cadena encarece el producto, reflejando la distorsión del mercado cubano.

Cuba importa lo que podría producir

La venta de cítricos extranjeros evidencia las deficiencias del sector agropecuario nacional. A pesar del clima favorable para el cultivo de frutas tropicales, en Cuba se han vuelto comunes los productos importados: ajos estadounidenses, frijoles mexicanos y ahora naranjas y mandarinas peruanas.

Según datos oficiales, el 70% de los alimentos consumidos en la Isla proviene del exterior, lo que implica un gasto de cerca de 2.000 millones de dólares al año, unos 35 millones de dólares semanales.

Tierras improductivas y sistema ineficiente

De los más de 10 millones de hectáreas cultivables con que cuenta el país, menos de la mitad se utiliza, y solo un 7,2% dispone de sistemas de riego. La baja productividad responde a la falta de incentivos y al control estatal sobre la gestión agrícola. Aunque existen tierras privadas y cooperativas, la centralización comunista sigue determinando la producción.

En la última década, la producción de alimentos ha caído un 26%, pese al aumento de las áreas sembradas. Los especialistas señalan que las políticas del régimen, la burocracia y las trabas a la iniciativa privada han destruido la capacidad productiva del campo cubano.

El caso de las mandarinas peruanas en el corazón de La Habana no es una anécdota aislada, sino una radiografía de la crisis de producción que afecta al país. Mientras el Estado mantiene el control sobre el campo y limita la autonomía de los productores, la población enfrenta precios inalcanzables y una dependencia creciente del exterior.

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