Mercado agropecuario ‘La Punta’ vacío por falta de alimentos en Guantánamo
A menos de un año de que el régimen presumiera su apertura como un gran acontecimiento, el mercado no tiene ya qué ofrecer

El mercado agropecuario La Punta, en la ciudad de Guantánamo, luce prácticamente desierto siete meses después de su reapertura, convertido en un símbolo del desabastecimiento que golpea a Cuba y que refleja fallas estructurales que las autoridades no han logrado solucionar.
Pese a que la instalación cuenta con numerosos proveedores asignados, los estantes permanecen vacíos y la población vuelve a enfrentar un escenario de carencias que no se explica únicamente por el paso del huracán Melissa, sino por años de mala gestión y un sistema agrícola centralizado que continúa sin ofrecer resultados.
El periódico oficial Venceremos publicó una fotografía del establecimiento tomada al mediodía del 22 de noviembre. A pesar de haberse reinaugurado el 11 de abril, tras una remodelación costosa que prometía estabilidad en la oferta de productos, el local casi no exhibe mercancías.
La falta de productos no es nueva: comenzó antes del huracán Melissa y ha persistido. La promesa inicial de una oferta variada —incluyendo cárnicos, condimentos y maíz molido— quedó atrás en pocas semanas, cuando el abastecimiento dejó de ser constante y el mercado regresó al patrón habitual de incertidumbre.
La Punta debería recibir alimentos desde los polos productivos de Arroyo Hondo, Chutines, La Jabilla y Santa María; de cinco Cooperativas de Crédito y Servicios; de casas de cultivo tapado de Loma Blanca; de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar; y de numerosos usufructuarios vinculados a la Empresa Municipal Agroindustrial Guantánamo.
La lista de suministradores es amplia. Sin embargo, la realidad contradice todos los planes oficiales: los estantes están vacíos y la población no encuentra lo básico para alimentarse.
Este fenómeno no es aislado. A finales de julio, Asere Noticias reportó que el mercado “La Cuba”, en Ciego de Ávila, pasó del lleno total al desabastecimiento en cuestión de días, lo que reveló que la abundancia inicial formaba parte de una escenografía preparada para la visita de Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero Cruz.
Este patrón se repite en prácticamente todas las provincias: la abundancia solo aparece cuando hay cámaras o recorridos oficiales; al irse las comitivas, desaparecen los productos.
La escasez de alimentos se ha acentuado a nivel nacional por múltiples factores, entre ellos la baja producción agrícola, los bajos pagos que reciben los campesinos y las restricciones que les impiden comercializar libremente lo que producen.
Durante años, el gobierno ha pedido a la población sembrar en patios y parcelas y entregar esas cosechas al Estado, pero el sistema de pago atrasado y el control absoluto de los canales de distribución han desincentivado tanto a productores como a familias que intentan cultivar para subsistir.
A esto se suma el acaparamiento estatal de productos destinados a la red turística, uno de los sectores prioritarios del régimen. Mientras hoteles y restaurantes que sirven a visitantes extranjeros reciben carnes, frutas, vegetales y otros alimentos, los mercados locales se quedan sin productos esenciales.
La doble economía —una para el turismo y otra para la población— amplía la brecha y mantiene a los cubanos atrapados en una crisis alimentaria que no cede.
El huracán Melissa agravó la situación en el oriente del país, donde miles de viviendas quedaron destruidas y gran parte de los cultivos se perdieron.
Sin embargo, los reportes oficiales y de prensa independiente coinciden en que el desabastecimiento de mercados como La Punta no comenzó con el fenómeno meteorológico, sino mucho antes. La crisis es profunda, estructural y de larga duración.
De acuerdo con el economista Pedro Monreal, citado frecuentemente por medios independientes cubanos, la actual crisis agropecuaria supera incluso la del Período Especial tanto en tiempo como en severidad.
Esta afirmación coincide con la realidad diaria: salarios que no alcanzan, precios en aumento constante y un peso cubano que continúa devaluándose en el mercado informal.
Los topes de precios aplicados recientemente en La Habana, otra medida frecuente del gobierno para intentar controlar la inflación, volvieron a fracasar.
Según testimonios recogidos por Asere Noticias, estos controles solo han provocado más escasez y han fortalecido el mercado negro, donde los productos aparecen, pero a precios inalcanzables para la mayoría.
En este contexto, mercados como La Punta reflejan una verdad más amplia: sin reformas profundas que permitan a los campesinos producir y vender con libertad, sin inversión real en infraestructura agrícola y sin un abandono del modelo centralizado que ha demostrado sus límites, la crisis alimentaria continuará.
Mientras tanto, los cubanos seguirán enfrentando estantes vacíos, promesas incumplidas y un futuro inmediato marcado por la incertidumbre.



