Alejandro Gil enfrenta dos juicios: piden cadena perpetua por espionaje
La fiscalía pide penas para el funcionario cubano, destituido en 2024, que van desde al menos 30 años de cárcel hasta prisión de por vida
El exministro de Economía de Cuba, Alejandro Gil Fernández, enfrenta dos procesos judiciales que destapan las grietas más profundas del poder en la isla, y por los que podría obtener una condena de cadena perpetua en prisión.
El exfuncionario, destituido en febrero de 2024 y considerado durante años uno de los hombres de mayor confianza del régimen, ha pasado de ser el rostro de la “resistencia económica” del gobierno de Miguel Díaz-Canel a convertirse en el símbolo de la corrupción y la descomposición del sistema que ayudó a sostener.
Gil enfrenta cargos de espionaje —por los que la Fiscalía solicita cadena perpetua—, además de una larga lista de delitos económicos: malversación, lavado de dinero, evasión fiscal, cohecho, tráfico de influencias y falsificación de documentos públicos, por los que se solicita 30 años de prisión para Gil y penas mínimas de 15 años para el resto de los implicados.
El segundo proceso judicial, aun sin fecha confirmada, incluiría a más de 20 implicados, entre ellos altos funcionarios y un diputado de la Asamblea Nacional, aunque el régimen ha evitado divulgar sus identidades.
El caso de Gil ha sido descrito como un reflejo del colapso moral y estructural del sistema cubano, un aparato estatal corroído por décadas de corrupción, secretismo y centralización absoluta del poder.
Bajo la fachada de la “planificación socialista”, el Estado controla todos los sectores estratégicos —desde la energía hasta el turismo— y administra los ingresos del país a través de un monopolio económico que no rinde cuentas a nadie, ni siquiera al Parlamento.
Durante su mandato al frente del Ministerio de Economía y Planificación, Gil Fernández se convirtió en la voz oficial de las políticas de “resistencia creativa”, un eufemismo con el que el régimen justificaba el empobrecimiento generalizado de la población mientras se mantenía el gasto en megaproyectos turísticos.
Su destitución, seguida de una investigación judicial, reveló un sistema donde la corrupción no es una desviación, sino una consecuencia inevitable del poder concentrado.
Las acusaciones contra el exministro incluyen la sustracción de documentos clasificados y la manipulación de recursos públicos, delitos que, según analistas citados por Asere Noticias, no serían posibles sin una red de complicidad dentro del propio gobierno.
En Cuba, la economía opera bajo el control del Partido Comunista, único autorizado para tomar decisiones financieras de alto nivel. Por eso, resulta difícil creer que un ministro pudiera mover millones de dólares sin el conocimiento de las más altas esferas del poder.
Aun así, la propaganda oficial ha intentado presentar el proceso como un ejemplo de “mano dura contra la corrupción”. Para los cubanos de a pie, sin embargo, el juicio de Gil no representa justicia, sino una muestra más de cómo el régimen sacrifica a sus piezas menores cuando la crisis se hace insostenible.
Mientras tanto, las calles del país siguen sumidas en apagones, escasez y hospitales sin insumos, mientras los hoteles de lujo —propiedad del conglomerado militar GAESA— continúan recibiendo inversiones millonarias.
Destape de la corrupción en Cuba
En entrevista reciente con Cibercuba, la hermana del exministro, la presentadora María Victoria Gil Fernández de Ayala, ha dicho que espera que el juicio se realice antes de que termine el año.
Sus declaraciones, moderadas, pero resignadas, reflejan la incertidumbre que rodea al proceso, incluso para la familia, que se ha declarado preocupada del destino que pueda enfrentar el exfuncionario en prisión.
La caída del exministro llega en un momento en que varios cuadros del Partido Comunista también han sido destituidos o reubicados discretamente, y se cree que podría tratarse de solo un chivo expiatorio para no revisar más a fondo el historial de otros funcionarios, que podrían ser igual de deshonestos.
Entre 2024 y 2025, al menos una decena de primeros secretarios provinciales han sido relevados de sus cargos, algunos bajo sospecha de irregularidades administrativas, otros por simples “reajustes internos”. Ninguno ha sido juzgado ni investigado públicamente.
El caso de Alejandro Gil expone el verdadero rostro del sistema cubano: un modelo que se sostiene en la opacidad, el clientelismo y el control absoluto del poder económico por parte de una élite que se enriquece mientras la población sobrevive con raciones mínimas y servicios colapsados.
En Cuba, la corrupción no es el síntoma de un error, sino la consecuencia natural de un régimen que lleva más de seis décadas sin rendir cuentas a nadie.



