Casi la mitad de Santiago de Cuba sigue sin electricidad tras el paso de Melissa
A más de 20 días del siniestro, el régimen ha sido incapaz de reparar la infraestructura más sencilla, dejando a la población a obscuras
A más de 20 días del paso del huracán Melissa, casi la mitad de la población santiaguera, un 45%, continúa sin electricidad.
De acuerdo con reportes de la Empresa Eléctrica provincial, solo alrededor del 34 % del servicio ha sido restablecido en la capital de la provincia, lo que deja a muchos sin agua, refrigeración ni otros servicios básicos, pero la perspectiva para el resto del territorio no es mejor.
La Unión Eléctrica (UNE) había advertido que partes del oriente del país podrían estar sin suministro eléctrico al menos durante 15 días, ya que el huracán causó daños severos en las líneas de transmisión. El colapso en la generación energética, sumado a la falta de combustible, ha ralentizado la recuperación.
A pesar de que las autoridades informaron que el 65 % del servicio eléctrico en la región oriental había sido reestablecido recientemente, siguen existiendo cortes crónicos y apagones programados, algo que para muchos resulta inaceptable en medio de una crisis humanitaria.
Los daños provocados por Melissa no se limitan al sistema eléctrico. Reportes indican que postes de alta tensión se derrumbaron, líneas fueron arrancadas y subestaciones quedaron afectadas.
En ciertas zonas, la infraestructura crítica quedó en ruinas, complicando las tareas de restablecimiento.
El director de la UNE y otros funcionarios afirmaron que los primeros días después del ciclón se enfocaron en asegurar circuitos usados por hospitales, bombas de agua y otros servicios esenciales —una estrategia prioritaria, pero, a juicio de muchos, insuficiente, dadas las necesidades de la población.
Mientras tanto, en redes sociales y medios independientes se multiplicaron denuncias. Residentes de Santiago reportaron calles enteras sin servicio eléctrico ni agua durante días.
Algunos calificaron la situación como un “engaño” por parte de la UNE, pues los cortes parecen extenderse más allá de lo que se reconoce en comunicados oficiales.
El déficit de generación energética también ha sido un punto clave. Según la UNE, la oferta es mucho menor a la demanda, lo que limita la capacidad para reactivar totalmente el sistema.
Críticas al gobierno cubano por su gestión ante la crisis
La lentitud en la recuperación ha disparado críticas al gobierno cubano. Para muchos, el régimen carece de una estrategia clara para garantizar electricidad, agua y asistencia a los damnificados. La falta de plazos concretos y la comunicación poco transparente han generado desconfianza entre la población.
Organismos oficiales han llamado a la “paciencia” y prometen una “recuperación gradual”, pero no han definido un calendario serio para reestablecer el servicio en toda la ciudad ni han explicado por qué en algunas zonas ha avanzado mucho más que en otras.
Además, persiste el problema estructural que ha afectado al sistema eléctrico durante años: plantas obsoletas, mantenimiento deficiente y dependencia de combustibles importados. Cuando llega un huracán como Melissa, esas debilidades quedan expuestas de forma brutal.
Para las familias santiagueras, la falta de electricidad significa más que incomodidad. Sin luz, muchos no tienen forma de refrigerar alimentos o medicinas, y algunos ni agua, porque los sistemas de bombeo dependen de energía. La crisis energética se combina con otras emergencias: hay denuncias sobre falta de saneamiento, lo que podría aumentar el riesgo sanitario.
En medio de todo esto, la población también reporta falta de información clara sobre los planes de reconexión. Algunos habitantes han llamado a las autoridades a rendir cuentas y a priorizar los barrios más vulnerables.
El desastre provocado por Melissa dejó al descubierto no solo la fragilidad física de las infraestructuras cubanas, sino también las fallas sistemáticas en la gestión del gobierno. La lenta restauración del suministro eléctrico en Santiago, la escasa comunicación con la ciudadanía y la falta de recursos reales para una recuperación rápida muestran un modelo que no responde con eficacia ante crisis graves.
La energía, lejos de volver como antes, se ha convertido en un recurso escaso para muchos, mientras las promesas oficiales siguen sin traducirse en resultados tangibles para la mayoría.



