La Habana bajo la basura: régimen admite que no puede garantizar la limpieza

El régimen cubano reconoció esta semana que no puede garantizar la limpieza de La Habana ni ofrecer un salario digno a los barrenderos.

Esta alarmante revelación se produjo durante una reunión encabezada por el designado presidente Miguel Díaz-Canel y el primer ministro Manuel Marrero, quienes discutieron la crisis de los servicios en la capital, que afecta gravemente la calidad de vida de sus habitantes.

La recogida de basura, el suministro de agua y la situación sanitaria, marcada por epidemias como el dengue y la chikungunya, fueron los temas principales en la discusión.

Según un informe publicado por el diario oficialista Granma, tres de los municipios más céntricos de la capital, Marianao, Centro Habana y Plaza de la Revolución, no cumplen con las mínimas normas de eficiencia en la recogida de desechos.

Mientras algunos camiones de basura realizan hasta cinco viajes diarios al vertedero, en otras áreas, como los mencionados, los camiones apenas logran dos. Esta discrepancia se atribuye a problemas de roturas de vehículos, falta de combustible y una escasez de personal suficiente para hacer frente a la creciente acumulación de basura en las calles.

El primer ministro Manuel Marrero también reconoció que los casi 900 barrenderos que operan en la ciudad perciben salarios “bajos si se tiene en cuenta a lo que se enfrentan”.

Este tipo de reconocimiento es raro en el contexto cubano, donde el régimen evita mencionar públicamente el colapso económico que afecta a diversos sectores.

Aunque Marrero ordenó estudiar medidas “excepcionales” para mejorar la retribución de los barrenderos, no se comprometió a asignar recursos concretos para solucionar la crisis.

La situación también es grave en cuanto a la falta de medios de trabajo. De las 126 cajas de basura que se planeaban fabricar, solo se han logrado producir 31, mientras que de los mil carritos para barrenderos prometidos, apenas se han completado 40.

A pesar de las explicaciones oficiales, como las de la gobernadora de La Habana, Yanet Hernández, quienes aseguran que se trabaja “con los recursos disponibles”, no se ofrecen plazos ni soluciones estructurales.

Una ciudad sumida en la insalubridad

La crisis sanitaria de La Habana no es un problema reciente. La escasez de combustible, el colapso del transporte y la pérdida de personal en el sector han provocado que la recogida de desechos sea un desafío crónico.

Adicionalmente, los barrenderos carecen de equipo de protección adecuado, herramientas básicas y condiciones laborales mínimas para desempeñar sus tareas de manera eficiente.

La falta de acción efectiva por parte del gobierno ha convertido a las calles de La Habana en un vertedero a cielo abierto. Las imágenes de basura acumulada en zonas residenciales, calles y avenidas han sido un reflejo evidente del colapso del sistema de saneamiento.

La falta de planificación, recursos y capacidad para medir la acumulación de basura es otro indicador del desorden institucional que afecta al país.

Consecuencias para la salud de la población

El fracaso en la gestión de los servicios básicos de saneamiento se ha convertido en una amenaza directa para la salud de los habaneros. La proliferación de mosquitos y los malos olores derivados de la basura acumulada aumentan el riesgo de enfermedades.

En algunas zonas históricas, como La Habana Vieja, la situación ha llegado a un nivel absurdo, con vecinos obligados a llevar la basura directamente al vertedero, un acto que pone en riesgo a los más vulnerables: ancianos, niños y personas con enfermedades preexistentes.

La crisis sanitaria, alimentada por la falta de higiene en las calles, refleja el colapso de un sistema incapaz de gestionar incluso los servicios más elementales para la población.