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Lis Cuesta llega a “apoyar” al oriente cubano un mes después de Melissa

Con el dirigente Miguel Díaz-Canel visitaron una escuela, mientras miles siguen esperando alimentos o alguna ayuda tras el ciclón

La presencia reciente de Lis Cuesta en Mayarí, Holguín —su provincia natal— ha generado renovadas críticas hacia su papel dentro del gobierno cubano, pues muchos la consideran llegadora tardía y poco activa tras el paso del huracán Melissa.

Su visita, acompañada de Díaz-Canel y del ministro de Cultura, fue vista por sectores de la población como un gesto más simbólico que útil, en un momento en que habitantes del oriente cubano aún enfrentan serias carencias.

Cuesta compartió en X una foto en la escuela primaria Rubén Martínez Villena, un centro rural donde según autoridades locales 61 niños reciben clases. Junto a estudiantes, profesores y funcionarios, posó mostrando que “todo estaba en orden”.

Pero muchos criticaron que su aparición ocurre luego de semanas de retraso y sin evidencias reales de ayuda efectiva para las familias damnificadas por Melissa.

Usuarios en redes sociales y medios independientes han cuestionado su actitud: mientras Cuba atraviesa una crisis profunda —con cortes de electricidad de días, escasez de alimentos y viviendas destruidas—, Lis Cuesta y Díaz-Canel parecen mantener su estilo de vida alejado de esas penurias.

Señalan que aparecen en actos internacionales, con ropa costosa, accesorios caros y viajes al extranjero, algo que contrasta dolorosamente con la realidad de muchos cubanos.

El contraste ha avivado la indignación: muchos recuerdan que cuando el país sufre apagones severos y devastación por huracanes, la pareja presidencial desaparece de la escena pública.

Por ejemplo, tras Melissa, largas fueron las jornadas en que miles pasaron casi un mes sin electricidad, sin agua y sin atención estatal visible. Pero Lis Cuesta no se dejó ver.

Ahora, su visita a Holguín —y las fotos cuidadosamente filtradas— son interpretadas por críticos como un acto calculado: posar ante una escuela mientras muchas comunidades siguen sin techo digno, sin energía eléctrica ni recursos básicos, y con niños viviendo entre ruinas.

Más allá de las imágenes, no se ha informado ningún plan real de ayuda, reconstrucción o asistencia concreta.

Desde el gobierno, la aparición mediática de Cuesta y Díaz-Canel pretende retratar normalidad y control. Pero para muchos, resulta evidente el desinterés real por resolver la emergencia estructural que enfrentan esas zonas.

La llamada “no primera dama” del régimen sigue desempeñando un papel simbólico, más cercano a las apariencias de lujo y privilegio que a la solidaridad con los afectados.

La desconfianza hacia la alta jerarquía política crece cuando, mientras se presumen campañas oficiales de reconstrucción, los afectados denuncian abandono.

El uso de la imagen de una escuela reparada como muestra de “normalidad” choca con testimonios de familias que aún duermen entre escombros, sin suministro eléctrico estable, y con graves problemas de alimentación y saneamiento.

Este episodio revela cómo en momentos de crisis, la distancia entre quienes gobiernan y quienes sufren se acentúa. Las críticas no solo se refieren a la tardanza en aparecer, sino al tipo de presencia: superficial, sin acción concreta.

Y mientras tanto, la población continúa esperando medidas reales —reconstrucción, voltaje, ayuda humanitaria— que no llegan, pese a las promesas del discurso oficial.

La reciente aparición pública de Lis Cuesta en Holguín, lejos de aliviar las preocupaciones ciudadanas, ha puesto de relieve nuevamente la desconexión del poder con la realidad.

En lugar de consuelo, muchos vieron una fotografía: un símbolo más de privilegio en medio del abandono, de lujo en medio de la crisis.

 

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