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Madres cubanas protestan con sus niños para exigir agua potable en La Habana

El gobierno culpa a los apagones por la falta de suministro, pero tampoco hace nada por resolver la crisis energética

La capital cubana afronta una crisis severa de suministro de agua que estalla en manifestaciones populares, robos de carga de pipas y una población al borde del colapso.

Mientras el régimen permanece incapaz de garantizar los servicios básicos, madres con niños en brazos intentaron cerrar la calle Monte cerca del Parque de la Fraternidad para protestar por la falta de agua, enfrentando la violenta represión de la policía, que les quitó los cubos y las empujó.

En el Vedado, varias personas armadas con machetes detuvieron un camión cisterna, exigiendo que compartiera su agua antes de avanzar, en una escena que refleja desesperación colectiva.

Vecinos relatan que muchos barrios llevan días —incluso semanas— sin agua potable. Una residente de Luyanó dijo que su suministro se cortó la semana pasada y que le prometieron bombas sin fecha concreta.

Otro testimonio en La Habana Vieja describe cómo personas cargan baldes vacíos, preguntándose de dónde saldrá el abastecimiento.

Las autoridades reconocieron recientemente que la capital sufrió interrupciones por fallas eléctricas en Cuenca Sur y fugas en la conductora de 78 pulgadas.

Aguas de La Habana reprogramó una suspensión general del servicio citando “fugas y cortes eléctricos”, aunque los últimos anuncios estatales intentan presentar esas crisis como oportunidades de mejora estructural.

Esto ocurre justo cuando el sistema eléctrico colapsa: el lunes 29 de septiembre, el déficit nacional rondaba los 1.900 MW, prolongando apagones que afectan cada rincón del país sin cronograma verdadero de recuperación.

Mientras el gobierno culpa los cortes por la falta de energía, los cubanos ven conmemorar el desastre: sin agua porque no hay luz para bombear.

La continuidad de estos fallos no es casualidad. Desde hace meses, se registran unidades termoeléctricas fuera de servicio por averías o mantenimiento, falta de repuestos y combustible, además de tuberías vetustas sin renovación ni mantenimiento real.

Crisis del agua y crisis energética se alimentan mutuamente. Las bombas que elevan el líquido no funcionan sin electricidad.

Comunidades como Lawton han protagonizado protestas por más de quince días sin agua y sin respuestas reales del gobierno.

No se trata de inconvenientes menores: es un colapso estructural. Un Estado que no garantiza servicios esenciales, que no invierte en sus redes eléctricas ni hídricas, que ve morir a sus ciudadanos de sed o calor, demuestra que su prioridad no es el bienestar del pueblo, sino mantener el control simbólico de la propaganda.

La población, sin otra opción, recurre a protestas, denuncias en redes sociales y esfuerzos personales para sobrevivir.

Mientras tanto, el gobierno relega estas crisis al segundo plano, con discursos vacíos y decisiones tardías que jamás parecen alcanzar la magnitud del desastre que ellos mismos permitieron.

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