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Régimen celebra que la CTE Renté ya está en línea, pero los apagones siguen

La dependencia de las termoeléctricas obsoletas, la falta de combustible y la dependencia del mismo, colocan al país en un callejón sin salida

Cuba continúa sin poder cubrir la demanda energética de su población, en una crisis que se arrastra desde hace años y que se ha recrudecido en los últimos meses con apagones diarios de hasta 12 horas de duración.

De acuerdo con el último parte de la estatal Unión Eléctrica de Cuba (UNE), el déficit en su sistema eléctrico nacional (SEN) causó apagones las 24 horas este 4 de noviembre, que se extendieron hasta el día siguiente.

Aún más crítico resulta el pronóstico para el horario pico de este miércoles 5 de noviembre: se esperaba una disponibilidad de 1.610 MW frente a una demanda estimada de 2.740 MW, lo que dejaría un déficit de 1.130 MW y una afectación aproximada de 1.200 MW.

Todo esto al tiempo que el régimen celebra que ya está en línea de nuevo la CTE Renté, como si se tratara de un logro o un aliviane para la población, cuando en realidad es lo mínimo de su labor obligada.

El régimen también se sigue jactando de la generación renovable de los parques solares, incluso cuando esta no hace diferencia y sigue aún en niveles muy modestos: los 22 nuevos parques solares fotovoltaicos en la zona Occidente-Centro produjeron 1.323 MWh en la jornada anterior, con una potencia máxima de 235 MW en el horario de la media.

Mientras tanto, los baches en el sistema térmico siguen acumulándose: la Unidad 2 de la CTE Felton y la Unidad 5 de la CTE Diez de Octubre reportan averías, y hay mantenimiento en la Unidad 2 de la CTE Santa Cruz y la Unidad 4 de la CTE Carlos Manuel de Céspedes.

Adicionalmente, el SEN indica que 563 MW están fuera de servicio por limitaciones térmicas, y 609 MW están afectados por falta de combustible o lubricante en 60 centrales de generación distribuida.

Este cuadro confirma que los apagones diarios continúan siendo la norma en Cuba, con interrupciones al servicio eléctrico que se extienden a lo largo de la jornada y la madrugada.

Tal situación agrava otras fallas esenciales: el racionamiento obligado de agua potable por falta de bombeo, hospitales que operan con generadores reducidos, alimentos que se dañan sin refrigeración y un aumento de la inseguridad cuando la oscuridad se instala por horas.

El régimen no solo ha sido incapaz de resolver la crisis energética, sino que sus constantes promesas de inversión y renovación del sistema se traducen en parches superficiales.

La dependencia de las termoeléctricas obsoletas, el descenso de la importación de combustible y la insuficiente expansión de renovables colocan al país en un callejón sin salida.

Aun después del paso del huracán Melissa por el oriente, que dejó a provincias como Las Tunas, Holguín y Guantánamo parcialmente desconectadas, el sistema no logra cubrir la demanda, lo que pone en evidencia la fragilidad estructural del SEN. El fin de semana previo se confirmó un déficit similar que dejó “prácticamente a oscuras a gran parte del territorio nacional”.

El gobierno cubano insiste en una narrativa de “resistencia energética”, incluso cuando el apagón se convierte en rutina.

Sin embargo, los ciudadanos exigen más que discursos. Mientras el régimen destina recursos a nuevos parques solares que aún no compensan ni una fracción de la demanda, viviendas, centros de salud y la industria básica siguen sin luz, el agua y la seguridad se perciben cada vez más como lujos.

La incapacidad para terminar con los cortes prolongados evidencia que la crisis energética es también una crisis de gestión del Estado, que no ha podido asegurar lo más elemental para su población.

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