Régimen pospone mantenimiento “impostergable” de La Guiteras otra vez
La Antonio Guiteras es considerada la central termoeléctrica más importante de Cuba, cuando ha estado inactiva, lleva al colapso total del SEN
La crisis energética en Cuba es tan severa, que el régimen decidió, una vez más, posponer las “impostergables” labores de mantenimiento de la Central Termoeléctrica (CTE) Antonio Guiteras, la más importante generadora eléctrica del país.
El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, informó que el mantenimiento capital de la termoeléctrica Antonio Guiteras, en Matanzas, será postergado por un “problema coyuntural” técnico y de riesgo, de modo que la planta tendrá apenas una parada breve en enero de 2026.
Así, el Gobierno prioriza mantener operativa la unidad alternativa, la planta Felton, a pesar de su inestabilidad. De la O Levy declaró que, aunque la Guiteras solo recibirá una parada corta, la medida responde a la necesidad de sostener la generación mínima de energía en medio de un contexto muy delicado.
Según dijo, suspender operaciones prolongadas en ambas plantas críticas simultáneamente sería insostenible para el Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
Mientras tanto, el país sigue enfrentando una grave crisis de suministro eléctrico. La Guiteras, históricamente clave en la generación nacional, acumula décadas de abandono estructural.
La caldera de la planta no ha recibido mantenimiento capital desde su inauguración, hace más de 35 años, lo que ha derivado en averías frecuentes, fugas de agua, fallas en el sistema de calderas y constantes interrupciones del servicio.
El impacto de cada salida de la Guiteras del SEN se traduce en apagones masivos y prolongados. La última vez que Cuba se vio privada de sus servicios, el sistema eléctrico nacional (SEN) completo colapsó, dejando a todo el país sin luz, pues es la principal planta generadora de la Isla.
¿Por qué el régimen teme estar sin La Guiteras?
La Antonio Guiteras es considerada la central termoeléctrica más importante de Cuba, clave para estabilizar el suministro eléctrico del país. Cuando funciona, aporta una fracción esencial de la energía que permite mantener servicios básicos en hogares, hospitales, industrias y sistemas de bombeo de agua.
Cuando deja de operar, el efecto inmediato es un aumento dramático de apagones: negocios que cierran, hospitales sin energía, viviendas sin luz durante horas, agua que deja de bombear y alimentos que se echan a perder al no haber refrigeración.
Además, la demanda no atendida se acumula sobre otras plantas ya sobrecargadas, lo que incrementa el riesgo de fallas en cadena.
Las autoridades anunciaron reparaciones que, en teoría, deberían mejorar la confiabilidad, pero los retrasos y postergaciones muestran la fragilidad del sistema.
En noviembre pasado, por ejemplo, la programación de un mantenimiento capital se pospuso porque se consideró que sacar a la planta de línea durante varios días empeoraría la situación del SEN.
Este patrón —averías constantes, mantenimiento deficiente, reparaciones diferidas— evidencia que la crisis eléctrica no es un problema puntual, sino estructural. Depender de una planta envejecida, sin inversión real, condena al país a vivir con apagones crónicos, especialmente en épocas de alta demanda.
Por su parte, De la O Levy reconoció que aunque hay avances en generación renovable —como la adición prevista de 1.000 megavatios solares al cierre de 2025—, el principal obstáculo sigue siendo la falta de combustible.
Además, más de mil megavatios de generación distribuida permanecen fuera de servicio por escasez de diésel y fuel oil, lo que limita significativamente la capacidad de respuesta ante fallas en termoeléctricas mayores.
Lo cierto es que, aunque la planta Guiteras reciba finalmente mantenimiento en enero, la situación del sistema eléctrico nacional seguirá frágil.
Para muchos cubanos, esto se traduce en una realidad de apagones regulares, cortes de agua, pérdida de alimentos y deterioro de servicios fundamentales.
La postergación de la reparación profunda de uno de los pilares energéticos del país deja en evidencia la precariedad estructural del sistema eléctrico cubano y su impacto directo sobre la población.



