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Alexandr Serioguin, el “hijo” ilegítimo que Fidel Castro dejó en Rusia

En el poblado de Barvija, en las afueras de Moscú, vive Alexandr Serioguin —un ruso de 57 años— quien asegura ser hijo ilegítimo del fallecido dirigente cubano Fidel Castro Ruz. Incluso dice sentirse un poco antillano.

Según explicó Serioguin en una reciente entrevista concedida al portal OnCuba, su madre Valentina conoció a Fidel durante la primera visita que este hiciera a la Unión Soviética, en 1963. Ella era la cocinera de la casa donde él se alojó y ambos pudieron dialogar.

“Le preguntó si no tenía miedo de que los americanos lo mataran y él respondió que solo temía a sus ojos azules”, relata Alexandr. “Yo nací justo nueve meses después de la estancia de Fidel en Moscú (…) Siempre supe que en mi familia había una conexión con Cuba y Fidel, pero nada más”.

Cuando apenas tenía nueve años, su familia se trasladó a La Habana y se asentaron en la barriada de Alamar, municipio de Habana del Este. También recuerda que Fidel los fue a visitar, al menos, en dos ocasiones durante su estancia. Sin embargo, todo cambió para Alexandr un día, luego de que un militar le contara el secreto y a su madre no le quedó otro remedio que decirle la verdad. A pesar de que su historia ha sido ampliamente difundida en su natal Rusia, nunca ha logrado hacerse una prueba de paternidad.

“He tratado de hacerme un test de ADN, pero siempre se pierde o pasa algo”, explica. “Traté de comunicarme con él [Fidel] cuando ya estaba enfermo, antes esperaba que él quisiera comunicarse conmigo. Con mi mamá se comunicó durante muchos años”.

Serioguin acogió a cubanos durante la pandemia

Asimismo, durante la crisis sanitaria del coronavirus, Serioguin acogió en su casa —repleta de fotos, souvenirs, tabacos y ron de la Isla— a una docena de cubanos. Los antillanos llegaron de la mano de Pedro Luis García y Anna Voronkova, un cubano y una rusa, quienes en medio de la pandemia salieron de la seguridad de sus hogares para ayudar a cientos de compatriotas que quedaron varados en Rusia. Algunos, tras el cierre de fronteras, se encontraron con dificultades económicas serias, sin dinero para comer o un lugar dónde dormir.

“Trabajé en lugares donde nunca me pagaron, limpiando y en la construcción, te dicen que al mes y después no te pagan y no puedes hacer nada porque estás ilegal. No hay peor cuña que la del mismo palo”, explicó Pável, uno de los acogidos. “Muchas veces son otros cubanos los que te estafan, y los que ayudan son bien pocos. Me han ayudado más los rusos que los propios cubanos”.

Suri, otra de las cubanas, llegó a Moscú desde Villa Clara con la promesa que le hizo un novio español de pasar a la Unión Europea. Pero poco después de su arribo, su pareja desapareció del mapa. La joven se quedó sola sin medios y en una ciudad que no conocía. “Cuando hablas con tu familia, no puedes decirles nada, te ríes, aunque las lágrimas se te salgan”, dice ahora, tras haber sobrevivido a dos inviernos.

La revolución de Serioguin

Serioguin, por su parte, tiene la idea de crear un sistema nuevo, alejado del socialismo y el capitalismo. Para eso, pretende hacer una “revolución mundial”, sin violencia y a partir de las capacidades de la mente humana y las nuevas tecnologías.

“Tengo problemas financieros a veces porque todo lo que tengo lo gasto en mi proyecto internacional”, detalla. “Pero los cubanos son como hermanos para mí y mi casa está abierta para ellos. La casa es grande y nadie molesta a nadie, hay lugar donde dormir y algo para comer”.

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