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Siempre no: régimen pospone reparación “impostergable” en la Guiteras

A unas horas de haberla anunciado, el gobierno se arrepintió, pues teme el colapso total del SEN, que de por sí no cubre la demanda

Cuba volvió a postergar el mantenimiento de su principal planta termoeléctrica, la Antonio Guiteras de Matanzas, ante la imposibilidad de detenerla sin provocar un apagón aún mayor al que ya padece el país.

El mismo día que había anunciado las reparaciones de la planta generadora, calificándolas como “impostergables”, el régimen decidió posponerlas, excusándose en la fragilidad extrema del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), que continúa funcionando con un déficit crónico de generación y cortes diarios en casi todas las provincias.

De acuerdo con la prensa oficial, el mantenimiento —programado inicialmente para esta semana— fue aplazado al menos 48 horas, una decisión que según el periodista estatal José Miguel Solís se tomó “en consonancia con la evolución del sistema electroenergético nacional y de la industria”.

La frase, aunque pretende transmitir calma, solo refleja la desesperación del gobierno: el país no puede darse el lujo de detener una planta que, a duras penas, sigue aportando 120 megavatios a la red.

El ingeniero Román Pérez Castañeda, subdirector técnico de la Guiteras, admitió que la unidad enfrenta una importante pérdida de agua en su caldera, pero aseguró que podrán “mantener las labores por el nuevo plazo” mientras ajustan el plan de mantenimiento.

Sin embargo, los propios reportes oficiales dejan claro que la termoeléctrica está al límite de su capacidad. La planta había anunciado en Facebook que estaba lista para iniciar una parada de cuatro días, pero la falta de estabilidad en el sistema obligó a suspender la intervención.

El comunicado técnico detallaba más de 500 tareas planificadas: desde la reparación de válvulas y limpieza de condensadores, hasta el mantenimiento de los sistemas automáticos, eléctricos y de combustión.

La principal causa de la intervención era un salidero en una línea de alta presión que dispara el consumo de agua y compromete el funcionamiento general.

Aunque la dirección de la planta aseguró tener los recursos básicos —suministro de agua, equipamiento técnico y presencia de bomberos—, el mantenimiento quedó en pausa indefinida.

La explicación es sencilla y alarmante: sin los 120 megavatios de la Guiteras, el país se hundiría en un apagón total. Esta dependencia extrema de una sola unidad revela el deterioro estructural de la matriz energética cubana.

En los últimos meses, la planta ha sufrido constantes averías, paradas imprevistas y fugas que interrumpen su operación cada pocas semanas. Incluso cuando logra sincronizarse con el SEN, su rendimiento es inestable y su desgaste evidente.

Cada vez que la Guiteras sale de servicio, los apagones se multiplican. Los hogares pasan más de 12 horas sin electricidad, los alimentos se pudren en los refrigeradores y las familias deben reorganizar su día en función de los pocos momentos con corriente.

La situación se agrava con la escasez de combustible y el mal estado de otras plantas, como Felton, Nuevitas o Santa Cruz del Norte, que también operan con serias limitaciones.

A pesar de este panorama, el régimen sigue destinando recursos a proyectos turísticos y hoteleros, mientras la infraestructura eléctrica del país se desmorona.

En lugar de invertir en modernizar sus centrales o en fuentes sostenibles de energía, el gobierno prioriza la construcción de hoteles estatales, que permanecen vacíos mientras hospitales y hogares viven entre apagones y calor.

La Guiteras, inaugurada hace más de tres décadas, se mantiene como el pilar de un sistema obsoleto que sobrevive más por necesidad que por planificación.

Su dependencia permanente, sumada a la falta de inversiones reales y a la gestión ineficiente, simboliza el colapso de un modelo que ya no puede sostener ni la luz de sus calles.

El aplazamiento del mantenimiento no es más que otro parche en una crisis que se extiende sin horizonte. Mientras las autoridades hablan de “ajustes técnicos”, los cubanos enfrentan un apagón que va mucho más allá de la electricidad: un apagón político, económico y social que el régimen no ha sabido —ni querido— encender de nuevo.

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