Cubanos en el exilio donan 5.000 libras de leche en polvo al oriente cubano
El activista Carlos Lazo, a través de su fundación, 'Puentes de Amor', reunió la ayuda y la entregó a víctimas del huracán Melissa
Mientras el régimen cubano intenta justificar el desabastecimiento que asfixia al país, la organización Puentes de Amor, liderada por el activista Carlos Lazo, volvió a tender una mano a las comunidades más golpeadas del oriente de Cuba.
Este fin de semana, el proyecto solidario envió 5.000 libras de leche en polvo a las provincias de Holguín, Santiago de Cuba, Guantánamo y Granma, destinadas a familias damnificadas por el huracán Melissa, así como a iglesias, hospitales pediátricos y maternos.
Con este nuevo cargamento, la iniciativa suma 7.500 libras de leche distribuidas en solo una semana, un esfuerzo que, aunque no soluciona la emergencia alimentaria, representa un alivio para cientos de familias que hoy dependen de la ayuda extranjera para sobrevivir.
En una publicación en redes sociales, Lazo agradeció el apoyo de Codepink, Medea Benjamin, Tighe Barry, y de cubanos emigrados y ciudadanos estadounidenses que colaboraron con la entrega, destacando que “esto es apenas un granito en un mar de necesidades”.
El gesto humanitario contrasta con la incapacidad del régimen para garantizar la alimentación básica de su población.
En varias provincias, la leche en polvo prácticamente ha desaparecido de los mercados estatales, y su venta se ha restringido únicamente a bebés de entre cero y seis meses, dejando fuera a miles de niños mayores que antes recibían el producto mediante la libreta de abastecimiento.
En Las Tunas, Sancti Spíritus y Holguín, madres han denunciado que ni siquiera los bebés alcanzan el cupo asignado, mientras que, en territorios como Camagüey y Santiago de Cuba, las bodegas llevan meses sin recibir leche.
A pesar de que el régimen mantiene un monopolio absoluto sobre la distribución de alimentos, no logra cubrir la demanda mínima del país.
Los productos básicos solo aparecen en tiendas controladas por el Estado, donde se venden en moneda libremente convertible (MLC), es decir, en dólares, inaccesibles para la mayoría de los cubanos que reciben salarios en pesos.
Mientras tanto, las autoridades insisten en culpar al embargo estadounidense, obviando décadas de ineficiencia, corrupción y centralización que han desmantelado la producción nacional.
El contraste es evidente: mientras organizaciones civiles del exterior envían donaciones sin ánimo de lucro, el gobierno cubano cobra en divisas por los mismos productos que debería garantizar.
En muchos barrios de Santiago de Cuba, las familias sobreviven alternando entre harina, azúcar y agua como sustituto de la leche, un panorama que refleja la profunda desigualdad entre el pueblo y la élite gobernante.
La situación se agrava tras el paso del huracán Melissa, que dejó más de 120 mil personas damnificadas y severas afectaciones en el sistema de transporte, con rutas bloqueadas, trenes detenidos y carreteras cubiertas de escombros, lo que dificulta la llegada de ayuda humanitaria.
El activista Lazo reiteró que la campaña busca “unir corazones más allá de las ideologías” y aliviar, aunque sea temporalmente, el hambre en Cuba.
Pero el trasfondo sigue siendo el mismo: sin apertura económica real ni transparencia en la gestión pública, la isla continuará dependiendo de donaciones externas para alimentar a sus ciudadanos.
Mientras el gobierno habla de “soberanía alimentaria”, son los cubanos del exilio quienes están construyendo, una vez más, los verdaderos puentes de esperanza.



