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“Los buenos somos más”, anciano es cartereado en La Habana y cubanos se unen para ayudarlo

“Los buenos somos más”, destaca la periodista cubana Rouslyn Navia Jordán cuando en sus redes sociales contaba una hermosa historia que demuestra que el cubano de corazón aún prolifera en la Isla.

Todo empezó cuando Navia Jordán encontró frente a su casa el documento de identidad de un anciano identificado como Alcides Quiala Martínez, y decidió compartirlo en su perfil de Facebook para dar con él y devolvérselo.

De ahí supo que el hombre de 75 años había sido ‘cartereado’ en una guagua en La Habana y que no solo había perdido la identificación, además le sustrajeron 200 pesos, quizás lo único que le quedaba para subsistir.

La historia si viralizó en redes sociales y un grupo de cubanos colaboraron, no solo para que Alcides recuperara su carnet, además compraron una billetera nueva y en vez de sus 200 pesos, un total de 900 fueron donados resultado de la colaboración de desconocidos con un verdadero corazón de oro.

La redacción de Asere Noticias comparte la historia de Rouslyn Navia Jordán, a continuación:

“En la esquina hay una mata de aguacate”, me explicó hoy por teléfono cuando le pedí una referencia para encontrar su casa.

No necesité mucho más.

Además, Alcides me esperaba en el portal como habíamos acordado.

Cuando me vio llegar, debajo de la lluvia, me confesó que había pensado que ya no iría. Se había puesto de pie, apoyado en su bastón, y cortésmente me ofreció su sillón. Me rehusé. Le rogué que se sentara porque tenía una sorpresa para él.

Ya por teléfono le había contado cómo las redes sociales me habían ayudado a encontrarlo. Está vez le conté de toda la gente que, conmovida por la amarga experiencia sufrida, había decidido reponer el dinero robado.

Le ofrecí entonces una billetera nueva, donde previamente había guardado su carnet. “Fueron muchos los que quisieron devolverle la alegría”, le dije entonces. “Por eso en lugar de los 200 pesos que le robaron, ahí va a encontrar 900 pesos”.

Alcides se llevó las manos a las rodillas, reprimiendo una palabra que no llegó a sonar más allá de su garganta. No pudo ocultar cierto temblor cuando, incapaz ahora de permanecer en el sillón, se levantó emocionado.

“Me da vueltas la cabeza”, dijo sonriendo nervioso. Y caminó unos pasos por el portal.

Alcides destila humildad por cada poro, estaba feliz y no sabía cómo expresarlo.

Yo tenía que despedirme, mi Dylan me reclamaba con un llanto desde el carro, dónde lo había dejado en los brazos del padre (y ese tirano no admite demoras).

“Llámame mañana”, me pidió Alcides desde el portal. Le prometí que lo haría. Cuando me alejaba, lo vi mirar con incredulidad la billetera en sus manos.

Alejandro, que me había acompañado todo el tiempo, ya en el camino a casa me comentó “qué mala es la persona que le robó a ese viejito”.

“Lo importante, hijo mío, es que los buenos somos más”.

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