Al menos hasta que pase la pandemia, un cubano con cáncer de lengua que buscó refugio en México no recibirá tratamiento médico. “Solo espero que llegue a tiempo”, dijo en declaraciones al portal de Animal Político.
Ramón Arboláez Abreu, de 45 años, casi no puede hablar por su enfermedad. Ahora se encuentra en Monterrey, Nuevo León, pero el hospital al que le destinaron se convirtió en centro exclusivo para tratar a pacientes con COVID-19.
Desde principios de año, Ramón está bajo la Protección Complementaria que otorga la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar), que debería garantizar su salud, así como la de su esposa y sus tres hijas, con quienes abandonó Cuba en 2016.
Sin embargo, lleva cerca de tres meses sin que su tumor sea atendido por un profesional, y aguanta sus dolores con Diclofenato y espera a que la pandemia pase.
Sin dinero, no puede costearse una consulta privada. Duerme junto a u esposa y sus dos hijos, de 11 y seis años, en una única cama del cuarto que rentan con apoyo económico de Acnur.
“Está aquí sin atención medica de ningún tipo. Está todos los días sintiéndose mal. No sé en qué estadía está la enfermedad, no le han hecho ninguna prueba. Un médico en Palenque le mandó unas pruebas, pero no pudimos pagarlas. Luego le mandaron a Monterrey para que lo atendieran, pero al final estaba cerrado”, dijo su esposa Yaidiel Prada en palabras a Animal Político.
Arboláez Abreu, Prada y sus tres hijos se fueron a Trinidad y Tobago luego de sufrir amenazas por parte de la Seguridad del Estado en Cuba. Allí permanecieron tres años y junto a otros ocho cubanos, obstruyeron el paso a la oficina de la ONU exigiendo su reubicación en Estados Unidos.
En 2019 abandonaron ilegalmente la isla y atravesaron la peligrosa selva del Darién para llegar al norte. Una vez en Chiapas, agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) los detuvieron y pasaron 15 días en la estación migratoria hasta que fueron liberados. Quedaron en Palenque hasta que la Comar resolviese su petición de asilo.
