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Luchador cubano Mijaín López dedica su cuarto título olímpico a Fidel Castro en Tokio 2020

El luchador cubano Mijaín López ganó su cuarto título en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y dedicó su triunfo al fallecido dictador Fidel Castro.

Tras derrotar georgiano Lakobi Kajaia por 5-0 en la final de la división de los 130 kilos, López aprovechó para agradecer al pueblo cubano por el apoyo y además dijo que, dedicaba su victoria al “comandante en jefe invicto”, a quien consideró un impulsor del deporte en la Isla.

“Mandarle un beso a todos que sé que están despiertos mirando la pelea, gracias por el apoyo que me dan desde Cuba, y lo prometido es deuda, yo nunca voy a dejar de cumplir, porque hoy por hoy tengo que agradecer este resultado y quiero dedicárselo a nuestro comandante en jefe invicto, que fue quien llevó por primera vez el deporte a Cuba”, explicó el deportista al ser entrevistado por la prensa oficialista de Cuba.

Desempeño de Mijaín López en las Olimpiadas

De acuerdo con la página oficial Olympics, quedaban aún 10 segundos de combate para Mijaín, pero el georgiano Iakobi Kajaia entendió que la tarea ya era imposible y concedió la victoria al gigante que tenía ante sí.

Mientras su equipo hacía la cuenta atrás, el cubano empezó a festejar su cuarto oro Olímpico seguido, algo inédito en la lucha masculina.

López hace historia en su deporte, dejando atrás los tres oros de otra gran leyenda como Alexander Karelin (1988, 1992, 1996), y hace historia para Cuba: supera los tres títulos Olímpicos de Teófilo Stevenson (1972, 1976, 1980) y Félix Savón (1992, 1996, 2000) en boxeo y, 107 años después, iguala los cuatro oros del tirador de esgrima Ramón Fonst (1900, 1904).

Y lo consiguió con una actuación dominante: Mijaín López no concedió ningún punto a sus rivales en los cuatro combates que ha disputado en Tokio 2020. Venció por 9-0 a Alin Alexuc (Rumanía); 8-0 a Amin Mirzazadeh (República Islámica de Irán); 2-0 a Riza Kayaalp (Turquía); y 5-0 a Kajaia.

Tal era su confianza en estos Juegos Olímpicos que cuando derrotó a Kayaalp, a quien ya había superado en la semifinal de Londres 2012 y la final de Río 2016, agarró a su gran rival y le plantó un beso en la cabeza. Un gesto que selló una de las grandes rivalidades que han visto la lucha.

 

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